¿Y después del Covid?

Esther Molina Olivencia
4 min readApr 5, 2020
c: Annie Spratt

Tengo miedo de volver a la normalidad.
Hoy me he dado cuenta de que eso es lo que más angustia me está causando desde hace un par de días. Me planteo muchas cosas y te invito a acompañarme en esta humilde reflexión que desearía que muchas personas y colectivos se hicieran. Sé que algunas ya están y estamos en ello.

Me siento afortunada de encontrarme en un hogar, en un espacio en el que me siento segura. De un contrato laboral que no se ha acabado por el virus y de seguir teniendo ingresos. De tener alimentos, aquellos que escojo. Del acceso a agua potable, fría y caliente. De disponer de electricidad y tecnología que me permiten muchísimas cosas, como organizar juegos o cenas por videollamada con amigas y familiares.

También he sentido ansiedad imaginando por lo que pueden estar pasando las personas que viven esto más de cerca. He imaginado la muerte de personas queridas y me he estremecido.

Y he llorado y me he abrazado. Y también he escrito, mucho. He pintado. He bailado y he practicado yoga, muchísimo más de lo que he hecho en los últimos meses. Me siento privilegiada y con una paz interior increíble, una plenitud que hace tanto que no sentía… Estoy gozando del silencio, del sol en la piel, de la lluvia. Estoy conociendo a las vecinas y aplaudiendo y sonriendo con ellas.

Me he emocionado al ver los pájaros que vienen al balcón cada mañana, los vídeos de animales que vuelven al lugar que un día les invadimos con el cemento, las imágenes de la NASA y los servicios climatológicos locales, donde se puede observar que le estamos dando un respiro a la madre Tierra.

Hasta hace sólo unas semanas, imaginar que todo el mundo se paraba era como un sueño de locos. Que fábricas y aviones dejarían de emitir contaminación, que las personas no se desplazarían en coche apenas. Que en algunas ciudades podrían ver el cielo azul, y no cubierto por una capa de humeante basura gris, y respirar por fin. Que utilizaríamos las tecnologías para unirnos y apoyarnos desde la distancia. Lo imposible está sucediendo.

Me siento tremendamente agradecida por este parón que hacía tanto que algo en mí deseaba a grito ahogado.

Y me pregunto qué pasará luego… ¿Volveremos a estrangular al planeta? ¿Volveremos a correr y a mirar para otro lado?

Tengo miedo de volver a una normalidad tóxica, de adaptarme a la enfermedad industrial. A no volver a escuchar el sonido que hacen los mirlos al bañarse en los charcos. No volver a oler el olor verdadero de mi piel.

No quiero conducir cada día dos horas, contaminando y sintiéndome tensa y culpable, para hacer unas tareas que puedo hacer igualmente desde casa y con más calma.

Quiero que l@s animales estén bien.

Quiero que todo esto sirva de algo. Que no hayamos parado para luego volver feroces a devorar el planeta como hacíamos hasta hace nada.

Me llegan informes de consultorías y empresas que “calculan” la “vuelta a la normalidad”, la “recuperación”, siempre en términos económicos. No veo nada que hable de sociedad, de consciencia social, de comunidad, de resiliencia, de replanteamientos verdaderos y profundos…

Esto no trata de guerras ni de crecimiento económico. Esto va de repensarnos, de quiénes somos realmente, del lugar que ocupamos en la Naturaleza que también somos, del impacto que generamos en el entorno y en nuestro propio interior.

Se nos ha puesto delante, en la cara, en bandeja, que sí, que otras maneras de vivir son posibles. Que podemos hacer las cosas sin destruir el entorno, que no hace falta que nos torturemos a nosotras mismas.

¿Qué voy a hacer yo a partir de ahora? ¿Qué voy a hacer para darle sentido y que todo esto no haya sido en balde? ¿Qué haremos?

¿Seguiremos cogiendo el coche cada día, viajando en avión sin pensar en la enorme contaminación que causamos? ¿Seguiremos comiendo animales, con las muertes y peligros de salud individual y global que conlleva? ¿Seguiremos yendo a un ritmo frenético antinatural? ¿Seguiremos comprando en grandes superficies comerciales o apoyaremos al pequeño comercio local?

¿Seré amable y considerada con las vecinas, las personas mayores, las personas más vulnerables? ¿Viviré más consciente del impacto que genero en mi entorno y en mi interior?

¿Priorizaré las reuniones y modos de trabajar online, que eviten desplazamientos y contaminación innecesaria?

¿Seguiré poniendo excusas y mintiéndome, afirmando que lo que yo haga no sirve de nada, mientras me perjudico a mí y al resto?

¿Voy a seguir actuando como “plaga”, o bien como Naturaleza que se reconoce y se cuida?

Lo cierto es que tengo muy claro que después de esto no quiero volver a “lo de siempre”. Esta vez quiero cuidarme y cuidar de verdad.

Ubuntu, familia.

PD. Esto es una parte de mi sentir, la que quiero comunicar y compartir. Con todo mi respeto y apoyo a quienes han perdido a alguien que querían o algo que necesitaban para vivir bien. Para nada obvio esta parte, seguro que me entendéis.

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Esther Molina Olivencia

Emocionada de la Vida. Mis gafas tienen filtros arcoiris. Cómplice por un mundo más compasivo, ético y sostenible.